¿Conoces esa sensación? Esa, como si pudieras haberlo hecho mil veces mejor.
La impotencia en tu pecho y las lágrimas en tus ojos mientras saboreas el ácido dolor de la derrota.
Mientras lamentas todo, y lloras amargamente.
Sí, esa.
Que te sofoca hasta querer ahogarte en tu propia miseria y dejar de existir.
Sé que pude hacerlo mejor, pero ni siquiera lo intenté. Me limité a perder el tiempo en cosas vanas y estúpidas.
Cuanto lo siento.
El sabor de la derrota es ácido, quema tus entrañas y ahoga tu garganta con un nudo.
Ni siquiera sé manejar enteramente la decepción, ni mía, ni en la mirada de los demás.
Estoy perdida, incluso más de lo que ya estaba. Quiero encontrarme.
Quiero creer que puedo.
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