Mentiras, son las que vivo cada día.
mentiras son las que me digo en el espejo.
mentiras, son mi especialidad.
Yo soy una mentira.
Creí ser más feliz, más plena, llena de satisfacción.
me olvidé de este blog por un buen tiempo pues no vi razón alguna para seguir,
y de igual manera, nadie lee la basura que escribo.
Pero oh, que equivocada estaba, creyéndome feliz.
Antes solía decir que no podía permitirme el ser tan feliz, puesto que al momento de que la felicidad terminara, yo caería de mis altas expectativas, y me dolería el golpe, e incluso me terminaría matando.
Bueno, el momento de la caída ha llegado, me siento caer de esa montaña de mentiras y risas lejanas.
me siento desvanecer en la larga caída y mis lagrimas se secan con el viento huracanado de mi ira contenida.
me siento morir, me siento desfallecer, sólo quiero dormir, sólo quiero olvidar, despertar de esta pesadilla y levantarme con buenas expectativas a largo plazo y una sana actitud, sé que está mal lo que hago, conmigo, con todos, pero ya no me importa más, la vida, me ha pateado tantas veces en el culo, que honestamente, me ha empezado a valer una mierda otro golpe más, porque ya no quiero sentir, ya no quiero seguir, sólo quiero que acabe, por favor.
y sé que esta entrada, como la anterior, esta del asco, pero me importa una mierda ya, lo he perdido todo, todo, y de muy estúpida, jamás me di cuenta.
Tenía que decirlo.
Sólo está ahí, en mi cabeza.
martes, 23 de mayo de 2017
lunes, 8 de mayo de 2017
De vuelta y más incoherente que nunca.
Nunca he sido muy normal, supongo.
Siempre he sido consciente de lo que pasa a mi alrededor,
incluso cuando era pequeña.
Toda mi vida he sabido la verdad, la vida puede ser miserable y una total mierda,
pero está bien, me decía, mientras me alistaba para ir a la escuela y ser una autómata más.
E intenté sobrevivir, como todos, viviendo, muriendo, existiendo.
Sólo ahí, en el espacio, despertando cada mañana, mirándose al espejo y viendo las noticias mientras se alistaban para el trabajo, la escuela, o el quehacer.
Sin un propósito.
El problema conmigo, es que estoy totalmente despierta, pero aún no sé porqué.
Quiero creer que aún soy muy joven, y que el momento aún no llega,
además, la espera simplemente me está matando, y la idea de que el momento
nunca llegue simplemente me deja un vacío existencial increíble.
La verdad, es que muchas veces no sé de qué rayos estoy hablando o porqué escribo lo que escribo, sólo sé que todo está ahí, en mi cabeza, y tiene que salir.
Tiene que salir.
sábado, 15 de octubre de 2016
Apocalipsis.
Cuando tenía 7 años, leí el apocalipsis.
Lo recuerdo muy bien, en realidad.
Había sol, yo estaba en la hamaca, y usaba un vestido.
Mi abuela estaba limpiando y vi el altar enfrente de mí.
Cristo me miro con su corazón sangrante mientras tomaba la biblia y la abría.
Todos, en algún momento, me habían dicho que el apocalipsis era un tema prohibido. Que eso no se hablaba en la iglesia, y usualmente nadie tocaba el tema.
Así que, deseosa de saber qué era lo que era tan prohibido, lo leí.
A pesar de que corría un riesgo seguro de enloquecer (palabras de mi madre, que se basaba en todos los que habían sido lo suficientemente valiente para leerlo), no lo hice —creo— y sobreviví.
Ni siquiera sabia qué creer cuando acabé.
Me había tomado sólo 1 hora arruinar mi pequeño cerebro en desarrollo.
Me asusté del futuro por primera vez en mi vida.
Y sólo tenia 7 años.
Pero, también me tranquilizó de cierta forma. Aún sigo sin saber muy bien porqué.
No creo que a los 7 años la idea de morir me entusiasmara demasiado.
A menos que estos pensamientos suicidas adolescentes siempre hubieran estado ahí, escondidos en mi cerebro. El pensarlo me asusta un poco.
Pero también, lo disfruté de cierta manera. Lo había leído, y de alguna manera fue mi primera lectura real, llena de ficción creada por Juan, y bestias de ¿6 o 7 cabezas? Con una mujer con estrellas y arpas y trompetas que venían del cielo, y esa bestia que venia del mar y todos adoraban, simplemente wow.
No sé si realmente pase eso.
Y tal vez este muerta cuando suceda.
Pero, según mi religión resucitaré de entre los muertos si he sido buena y disfrutaré del espectáculo desde primera fila, cuando Jesús venga por mí.
Seré buena, y disfrutaré de mi gloriosa eternidad, como promete al final.
Amén.
Lo recuerdo muy bien, en realidad.
Había sol, yo estaba en la hamaca, y usaba un vestido.
Mi abuela estaba limpiando y vi el altar enfrente de mí.
Cristo me miro con su corazón sangrante mientras tomaba la biblia y la abría.
Todos, en algún momento, me habían dicho que el apocalipsis era un tema prohibido. Que eso no se hablaba en la iglesia, y usualmente nadie tocaba el tema.
Así que, deseosa de saber qué era lo que era tan prohibido, lo leí.
A pesar de que corría un riesgo seguro de enloquecer (palabras de mi madre, que se basaba en todos los que habían sido lo suficientemente valiente para leerlo), no lo hice —creo— y sobreviví.
Ni siquiera sabia qué creer cuando acabé.
Me había tomado sólo 1 hora arruinar mi pequeño cerebro en desarrollo.
Me asusté del futuro por primera vez en mi vida.
Y sólo tenia 7 años.
Pero, también me tranquilizó de cierta forma. Aún sigo sin saber muy bien porqué.
No creo que a los 7 años la idea de morir me entusiasmara demasiado.
A menos que estos pensamientos suicidas adolescentes siempre hubieran estado ahí, escondidos en mi cerebro. El pensarlo me asusta un poco.
Pero también, lo disfruté de cierta manera. Lo había leído, y de alguna manera fue mi primera lectura real, llena de ficción creada por Juan, y bestias de ¿6 o 7 cabezas? Con una mujer con estrellas y arpas y trompetas que venían del cielo, y esa bestia que venia del mar y todos adoraban, simplemente wow.
No sé si realmente pase eso.
Y tal vez este muerta cuando suceda.
Pero, según mi religión resucitaré de entre los muertos si he sido buena y disfrutaré del espectáculo desde primera fila, cuando Jesús venga por mí.
Seré buena, y disfrutaré de mi gloriosa eternidad, como promete al final.
Amén.
miércoles, 16 de marzo de 2016
El fin del mundo.
Dios no
mandará fuego.
Ni nos
acabará con diluvios bíblicos.
No habrán
terremotos de enormes magnitudes.
No, no habrá
nada de eso.
Dios nos
dejará aquí, en nuestra porquería.
Dejará que
nos destruyamos unos a otros.
Que acabemos
con todo.
Que arrasemos
con la bondad y comamos tierra, y nos bañemos en lodo, y lloremos por lo lejos
que las estrellas parecen estar.
Miraremos hacia
arriba sollozando, en medio de la contaminación.
De la pobreza. Del dolor
profundo del ser humano.
Tierra roja
será lo único visible en la distancia.
Rayos de fuego acabaran con nuestra piel
y nos quemaran hasta las cenizas.
Gemiremos,
buscando deidades, lloraremos, tratando de alcanzar la luz.
Nos destruiremos,
lentamente, poco a poco.
Regocijándonos
en los bienes materiales, acabando con lo verde y satisfaciéndonos en lo gris.
Al final,
seremos pequeñas mierdas con los ojos ciegos y los puños llenos de tierra.
Seremos pequeños
insectos, buscando la misericordia de dios.
Seremos nada,
cuando alguna vez fuimos todo.
Dios siempre
lo ha sabido.
Y ahora, lo
sabes tú.
jueves, 24 de diciembre de 2015
Navidades.
Los quiero.
Sé que soy la más callada.
Las más solitaria.
Las más apartada.
Pero los quiero.
Es más, los amo.
Porque sé que siempre contaré con ustedes.
No importa los problemas que tenga con mis padres.
Con mi vida diaria.
Estarán ahí, porque quieren.
Porque me aman.
Y yo también los amo, abuelos.
Son lo mejor.
Abuelo, amo tus historias.
Abuela, amo tu comida.
Abuelo, amo tu carisma.
Abuela, amo esos remedios raros que haces y la manera en que me sonríes gentilmente siempre.
Hay miles de cosas, y todas son especiales.
Ustedes son especiales.
Y los amo, de verdad.
Y lo siento, si he sido mala. Grosera. Egoísta.
Lo siento tanto.
Y los amo. En serio.
No lo duden ni por un segundo.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
Derrota.
¿Conoces esa sensación? Esa, como si pudieras haberlo hecho mil veces mejor.
La impotencia en tu pecho y las lágrimas en tus ojos mientras saboreas el ácido dolor de la derrota.
Mientras lamentas todo, y lloras amargamente.
Sí, esa.
Que te sofoca hasta querer ahogarte en tu propia miseria y dejar de existir.
Sé que pude hacerlo mejor, pero ni siquiera lo intenté. Me limité a perder el tiempo en cosas vanas y estúpidas.
Cuanto lo siento.
El sabor de la derrota es ácido, quema tus entrañas y ahoga tu garganta con un nudo.
Ni siquiera sé manejar enteramente la decepción, ni mía, ni en la mirada de los demás.
Estoy perdida, incluso más de lo que ya estaba. Quiero encontrarme.
Quiero creer que puedo.
La impotencia en tu pecho y las lágrimas en tus ojos mientras saboreas el ácido dolor de la derrota.
Mientras lamentas todo, y lloras amargamente.
Sí, esa.
Que te sofoca hasta querer ahogarte en tu propia miseria y dejar de existir.
Sé que pude hacerlo mejor, pero ni siquiera lo intenté. Me limité a perder el tiempo en cosas vanas y estúpidas.
Cuanto lo siento.
El sabor de la derrota es ácido, quema tus entrañas y ahoga tu garganta con un nudo.
Ni siquiera sé manejar enteramente la decepción, ni mía, ni en la mirada de los demás.
Estoy perdida, incluso más de lo que ya estaba. Quiero encontrarme.
Quiero creer que puedo.
martes, 1 de diciembre de 2015
Estoy de vuelta.
No sé qué esperar exactamente.
Quiero decir, ya sé que he
hablado muchas veces de lo mucho que estoy asustada de mí y de los demás, y de
todo.
También, he hablado de lo ofuscada que me siento constantemente, y es
como si nadará contracorriente conmigo misma.
He hablado de mis insoportables y
drásticos cambios de humor, y la manera en que estoy dispuesta a hacerlo de
lado y sonreír, esperando redimir un poco el dolor y la tristeza.
Carcajadas vacías.
Sonrisas efímeras. Y un sentido del peligro letal.
No sé quién soy, ni sé tampoco,
si en media hora me sentiré feliz o triste.
Quiero creer que es la edad.
Quiero
creer que son las circunstancias.
Sé que soy lo suficientemente inteligente
para no dejarme llevar y tratar de controlarme.
Pero me molesta la incertidumbre, y a veces solo quiero llorar.
Simplemente,
no le encuentro el sentido a esta constante obra de teatro en la que hemos
convertido la vida, poniéndonos máscaras y pretendiendo ser alguien más, ¿Por
qué no aceptarnos cómo somos? ¿Por qué no aceptarme yo como soy? No sé, y el no
saber me obsesiona, el remolino de inconformidad en mi pecho no tiene explicación,
y la soledad me ahoga en tardes oscuras acompañada de música depresiva.
Pero nadie lo nota, si yo no lo digo. Mamá dice que es porque
soy fuerte.
Yo simplemente creo que soy estúpida.
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